(Crónica de
Cegatito de San Bernardo)
Plaza de Toros Monumental de El
Montecillo, en Milagro (Navarra, España). Domingo, 8 de junio de 2014.
Ambiente de máxima expectación en la ciudad, con miles de personas (si no
millones) desplazadas para contemplar el Sexto Enfrentamiento Intergaláctico
del Milenio entre Revillita y Castañita. Imposible encontrar en varios
kilómetros a la redonda un hueco donde aparcar mi Vespino GL, y eso que lo
dejé en Burgos. Corrida extrarordinaria organizada superiormente por
Fernando León, empresario de categoría. Lleno de no hay billetes con la
reventa funcionando a tope y blanqueando dinero a ritmo envidiable, gracias
a la buena disposición de un tal J. Pujol, que echó una mano con maestría
insuperable (este hombre es un artista llenando bolsas de basura y
metiéndolas en el maletero). Día tórrido, de calor asfixiante: el termómetro
marcaba 615 ºC a la sombra, aunque eso sí, estaba jodido.
Ciñéndonos a lo
estrictamente
taurino, pudimos contemplar una durísima pugna entre dos diestros que no
están dispuestos a compartir el cetro del toreo con nadie más: Revillita,
vertical y majestuoso en todo momento, dictó una lección de tauromaquia a la
vez que nos traía ecos de Manolete; y Castañita dejó bien claro que su toreo
es una inmejorable mezcla de empaque y profundidad ordoñistas, algo que le
reconocen hasta sus críticos más severos (que los tiene, como todo aquel que
ha alcanzado la cumbre en su profesión). Ambos artistas arriesgaron la vida
hasta extremos que superan lo razonable y me hicieron reflexionar sobre
hasta qué punto vale la pena vivir cada tarde en el filo de la navaja,
exponiendo todo en cada lance, en cada pase. Quizá ellos no se hacen esta
pregunta, y por eso están donde están, en lo más alto. Pero su creación
artística, excelsa y por momentos sobrenatural, lleva a los aficionados a un
estado de exaltación incontenible que puede acabar provocando infartos de
miocardio, tal es el grado de emoción que alcanza el toreo de estos dos
auténticos fenómenos. Si alguien me preguntase quién ganó este mano a mano,
honestamente le diría que lo ganó la Fiesta Brava, pues Revillita y
Castañita empataron en valor, arte, disposición, elegancia y torería. Con
toreros así, no me extraña que vaya a más el balonmano. Y para completar una
tarde inolvidable, vimos también grandes faenas de Juan Gazpio, César
Galarraga, David Gil, Niño Barrabás, El Zurdo de Arganda, Beñat, Laura,
Mariano... ante excelentes reses de Santafé Martón.
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